El camino que nos queda
.::Ha pasado un año o más... hace más de 365 días que mi vida dio un giro tremendo y aún palpo los estragos. Continúo bajo el aura maligna de sonoros arrullos, entre los incipientes lamentos de trémulos deseos que nunca ven el sol; contra el tan ansiado regalo que jamás llega a mis manos: la libertad.
Estuve enfermo, decidí cambiar de vida, mudar de piel como las serpientes y sin embargo, no puedo decir que he vencido. No como quisiera, pues en medio de todo, me atrevo a levantar la voz y gritarles a todos los que aún respiran, que no me han vencido. Porque sigo acá, sufriendo y llorando por cosas tan simples y a veces, ridículas, pero al fin y al cabo mías, tan mías como el nombre de la persona que nunca conocerá lo que alguna vez despertó en mi mente.
Ha pasado un año ya desde que inicié este blog, un poco esporádico y quizás poco novedoso. Pero no importa, pues no lo creé para deleitar el vicio de los curiosos, ni engrandecer historias de personajes ficticios. Es solamente una realidad, que habita paralela a una existencia, que es la que me tocó vivir. No me urge tenerlos al tanto de nada, porque sólo mi propio yo conoce cuándo y por qué debo escribir algo. Hay claves, ambiguedades y vuelos como podrían hallar en libros de poco volumen y calidad. No obstante, es la guarida que pude construir en medio de la nada. Y me gusta.
Al recordar las líneas que he escrito, leerlas y poder reírme un poco, o quizás volver a sentir el fuego que me consumía cuando las hacía emerger, sé que me he convertido en un mago más de este plano. No tengo varitas ni hechizos que te den la fórmula perfecta para salvar al mundo. Tampoco soy un ejemplo ni una persona feliz. Pero lo intento, a mi manera claro...
Aún falta camino por recorrer, quedan más historias que contar y quedan las ganas de exponer ante mi único reflejo, las miserias de las que soy parte de vez en cuando. Pues la riqueza de ser quien soy, de que cada uno sea como es, es que jamás tendremos un doble. Físicamente tal vez, mas nunca con la esencia que nos da la vida.
Y ahora, que inauguro este nuevo año, reflexiono acerca de mis aciertos. También de mis errores y de lo lejos que queda el horizonte al que deseo tocar antes de morir. Sigo creyendo que pereceré pronto y me da miedo, no lo niego. Pero he asumido con valor que si llega, debo estar preparado. Por lo mismo, quiero dejar todo ordenado, empezando por mis ideas. No será un orden tradicional, sino el que yo sienta como debe ser.
Dudo en que alguna vez confiese aquello que me corroe por dentro, que pueda ser menos egoísta y acceda al corazón de los que me interesan. Y quizás sea esa la condena que elija, pero no todo podemos obtenerlo; y me resigno a ello. Lleno mis espacios con absurdas actitudes o sonrisas reales, pero tan vacías o ansiosas de ser colmadas por una dicha mayor. Cuándo llegará el día en que pueda deshacerme del antifaz de la indiferencia, de ser como quisiera haber sido siempre, de revelar el fuego que me vio nacer y que hoy me pide volver.
Trato de dar consejos y de contribuir a que otros no cometan los mismos errores, pero no puedo. Porque cuando escucho sus dilemas, me veo reflejado en ellos y sufro. Quiero llorar o lamento la suerte tan vaga que tuve cuando protagonicé aquello. Puedo darme cuenta que aún hay camino por recorrer, sí, que mis virtudes no logran opacar mis desaciertos y que en medio de todo, las personas son egoístas a su manera. Engañan por sobrevivir y temo que pueda convertirme en una de ellas. Es posible que ya lo sea, porque sé cuando alguien me mira y no le respondo, sé cuando alguien quiere decirme algo y no le contesto...sólo volteo el rostro y sigo adelante, pues temo caer de nuevo y que me pisen y que con ese amargo paso, me devuelvan a los calabozos de los que sueño salir en las noches, cuando sueño que vuelo, como el ser sin alas que todos llevamos dentro, pero que perece por nuestra decisión de ser ciegos, por toda la eternidad.
Hoy, a más de un año de haber empezado y vivido tantas cosas, hoy, aún sé que queda camino por recorrer...pero esta vez, quisiera tener compañía.
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